Estadios bajo fuego: la crisis de seguridad en el fútbol chileno

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Estadios bajo fuego: la crisis de seguridad en el fútbol chileno

La violencia en los estadios de fútbol en Chile no es un fenómeno nuevo. Desde hace años, las barras bravas y grupos organizados han protagonizado graves incidentes que han empañado el espectáculo deportivo. Muchas veces, estas barras han pasado de ser animadoras del deporte a encabezar actos vandálicos, peleas callejeras e incluso enfrentamientos con Carabineros.

En un intento por contener esta problemática, el gobierno del entonces presidente Sebastián Piñera lanzó en 2011 el Plan Estadio Seguro, una iniciativa orientada a prevenir la violencia y fomentar un ambiente familiar en los recintos deportivos. En escenarios como el Estadio Nacional, es habitual la presencia de rejas, vallas y estrictos controles de acceso para separar a las hinchadas rivales, especialmente en clásicos de alta rivalidad como los disputados entre Colo-Colo, Universidad de Chile y Universidad Católica. La infraestructura de los estadios, con zonas especialmente habilitadas para las barras y medidas de seguridad reforzadas, refleja la necesidad de contener posibles conflictos.

Sin embargo, y a pesar de las medidas implementadas, los estadios en Chile continuaron siendo escenarios de inseguridad. Los controles muchas veces resultaron ineficaces y el ambiente se volvía tenso incluso antes del inicio de los partidos. La percepción de que el plan no estaba funcionando se generalizó. El comediante Ricardo Meruane resumió este sentir popular con una ácida ironía: “Estadio Seguro… seguro que va a quedar la cagá”.

La tragedia ocurrida el pasado 10 de abril de 2025 marcó un punto de quiebre. En la antesala del partido entre Colo-Colo y Fortaleza por la Copa Libertadores, una estampida de hinchas en el Estadio Monumental terminó con la vida de una joven de 18 años y un niño de 13, ambos atropellados por un carro policial. El partido fue suspendido tras una avalancha que evidenció la falta de control y la intención de algunos fanáticos de invadir el campo de juego. A raíz del incidente, el Gobierno inició una investigación penal y la jefa del programa Estadio Seguro presentó su renuncia, sellando así el fin definitivo de esta política pública.

Para muchos hinchas, como Tomás Álvarez, fiel seguidor de Colo-Colo que no se pierde un solo partido en el Monumental, la violencia no representa el verdadero espíritu del club ni de su hinchada. “Mira, yo voy al estadio desde cabro chico, y el amor por el Colo es una cuestión que se lleva en la sangre. Pero lo que hacen algunos en la Garra Brava no tiene ni un brillo. No puedes  decir que lo haces  por el equipo. Eso no es aguante, es pura violencia sin sentido”, comenta con molestia. Tomás insiste en que la pasión no puede confundirse con descontrol: “Uno va a alentar, a pasarla bien”.

Para entender el origen de esta violencia, el psicólogo Javier Ferrada ofrece una perspectiva desde la psicología grupal. “Una vez internalizado el sentido de pertenencia, el afán por defender esa identidad puede derivar en actitudes violentas. La fuerza, en un esquema grupal, es algo que se puede generar o fomentar cada vez más”, señala. No obstante, advierte que las soluciones no son sencillas: “Es difícil intervenir en contextos sociales tan amplios, donde incluso dentro de las barras bravas surgen subgrupos con su propio sentido de pertenencia”.

La tragedia del 10 de abril no solo conmocionó al país, sino que evidenció el fracaso de las políticas de seguridad en el fútbol chileno. Hoy, Chile enfrenta un vacío en materia de prevención, mientras los incidentes persisten y crece la desconfianza de los hinchas hacia las medidas represivas. Las barras bravas, lejos de desaparecer, han fortalecido su influencia, y los clubes no logran implementar soluciones eficaces.

La urgencia es clara: o se actúa con firmeza y creatividad mediante una estrategia integral que combine control inteligente, diálogo con los fanáticos y sanciones ejemplares, o los estadios seguirán siendo escenarios de caos. El fútbol chileno, mientras tanto, continúa pagando un precio demasiado alto en vidas, imagen y pasión.

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