El pedaleo hacia la élite mundial

Por: Fabián Acevedo
Los Juegos Panamericanos Santiago 2023 marcaron un antes y un después. Mostraron a un país que comienza a reconocerse también desde su identidad deportiva. Y en esa escena, el ciclismo se presenta no solo como un fenómeno competitivo, sino también como una expresión territorial, cultural y estratégica. Con una geografía privilegiada que favorece especialidades como ruta, montaña, downhill y BMX, y con una generación de deportistas que ya compite de igual a igual con la élite mundial, el país empieza a consolidar una base sólida para el futuro del deporte.
Uno de los actores clave en este proceso es Felipe Vásquez, referente del mountain bike nacional y formador de nuevas generaciones. Con una mirada crítica pero optimista, reconoce que “el cambio en los últimos años ha sido brutal”. Recuerda haber pasado de bicicletas sin suspensión a tecnologías de punta, lo que para él representa “una evolución de 35 años, con un salto cuántico especialmente en la última década”. Si bien considera que Chile aún está lejos de ser un referente internacional, valora el nivel de los riders y cree que el país avanza con claridad hacia ese objetivo. “Se nos mira con buenos ojos a nivel sudamericano —reconoce—, pero todavía no somos los mejores”.
Vásquez también destaca el rol de las nuevas generaciones, que hoy cuentan con herramientas inéditas: redes sociales, plataformas web y medios digitales que les permiten crear contenido, visibilizarse y representar al país incluso sin proponérselo. “Están siendo embajadores sin saberlo. No solamente los que andan rápido”, dice, y agrega que “Chile sí es atractivo como país para el mountain bike. Nos ven como eso”.
Uno de los grandes nombres que encarna este auge es Martín Vidaurre. A sus 25 años, el ciclista se ha consolidado como el principal exponente nacional del mountain bike, destacando tanto en Cross Country Olímpico como en pruebas de ruta y short track. Su palmarés impresiona: en 2021 se coronó campeón mundial Sub-23 —logro inédito para Chile y Sudamérica—, mientras que en los Panamericanos 2023 obtuvo medalla de plata y un cuarto lugar en la competencia de ruta. En 2024 consiguió su primer podio élite en la Copa del Mundo de XCO con un tercer lugar en Brasil, y en 2025 volvió a brillar en Araxá con un segundo y un tercer puesto.
Otro nombre que no pasa desapercibido es el de Felipe Agurto, joven promesa del downhill nacido en Curacaví. Debutó a los 16 años como abridor de pista en Valparaíso Cerro Abajo y desde entonces no ha dejado de crecer. En las ediciones 2019, 2024 y 2025 del VCA se ubicó entre los mejores, logrando este último año un destacado segundo lugar, a menos de medio segundo del campeón, el checo Tomáš Slavík. La importancia del evento —considerado el más relevante del descenso urbano en Latinoamérica— ha sido crucial en su desarrollo profesional.
Su talento lo ha llevado también al circuito internacional: fue cuarto en Cerro Abajo 2024 en Génova, Italia, y recientemente se confirmó su participación en Hardline 2025, una de las pruebas más extremas del downhill, realizada en los desafiantes circuitos de Gales y Tasmania. Estar ahí no solo demuestra su nivel, sino que lo consolida entre la élite del descenso mundial.
La consolidación del ciclismo chileno también ha sido observada de cerca por Fernando “Feño” Riquelme, uno de los riders más experimentados del país, quien, en conversación con El Narrador, señaló que, para él, la pandemia marcó un punto de inflexión. “La bicicleta tuvo un boom gigante —explica—. La gente empezó a salir más, y el cerro se llenó de nuevos rostros”. Este fenómeno ha sido especialmente fuerte entre los más jóvenes, quienes, según Riquelme, están “súper motivados con el deporte”.
Sin embargo, Riquelme advierte que todavía falta camino por recorrer: “Tenemos muchos cerros para el ciclismo, pero no hay tanta cultura. Lo que se está dando ahora es que entra más gente, hay más carreras, más interés”. Y plantea un desafío claro: incorporar la cultura deportiva desde la base educativa. “Hay que enseñarles a los niños desde el colegio que ser deportista es una opción real, no solo un hobby. Cuando cambiemos esa mentalidad, vamos a tener a los mejores deportistas del mundo”.
Chile también ha comenzado a destacarse como un destino de nivel internacional para el ciclismo. En el norte, el Roca Park de Antofagasta se ha transformado en un verdadero emblema gracias a sus formaciones rocosas y vertiginosos descensos, comparables incluso con los míticos Rampage de Utah. Al mismo tiempo, en Paine, a pocos minutos de Santiago, Pyts Park se ha consolidado como uno de los bike parks más relevantes de América Latina. Allí se realiza el evento “Todo o Nada”, que convoca a riders de todo el mundo con sus saltos, giros técnicos y un diseño inspirado en los mejores parques de Norteamérica.
Estos espacios no solo ofrecen condiciones óptimas para el entrenamiento y la competencia, sino que también impulsan el turismo deportivo y fortalecen la economía local. La organización de eventos internacionales, junto a una infraestructura de primer nivel, ha convertido a Chile en un polo de atracción para ciclistas de diversas disciplinas.
Valentin Signe, deportista nacional que ha brillado en MTB, esquí y parapente, también valora esta transformación. Según él, “Chile tiene un escenario inigualable”, señalando a El Narrador que “la diversidad geográfica permite entrenar en condiciones exigentes que se traducen en ventajas al competir en el exterior. Tenemos los Andes a nuestras espaldas, y es ahí donde podemos sacar el máximo provecho”, afirma. No obstante, advierte sobre un obstáculo estructural: el financiamiento. “Lo que nos juega en contra es el apoyo detrás de cada deportista. Tener que costear todo sin poder vivir del deporte es un factor que nos limita frente a otros países”.
Hoy, Chile atraviesa un momento decisivo en su evolución deportiva. Disciplinas como el ciclismo, que han crecido gracias al trabajo sostenido en formación y alto rendimiento, ocupan un lugar central. Con una generación joven que ya compite al más alto nivel, el país se ha convertido en un actor relevante que avanza con decisión hacia la élite. El desafío ahora es transformar ese impulso en una política deportiva sólida, que acompañe a nuestros ciclistas desde el cerro hasta el podio.