La contaminación y las lluvias agravan el estado crítico de los ríos urbanos en Santiago

Por: Fabián Acevedo
En el contexto del invierno y los episodios de lluvias recientes en Santiago, la situación de los cauces urbanos como el canal San Carlos y el río Mapocho vuelve a estar en el foco de atención. A pesar de que ambos cuerpos de agua han sido intervenidos en distintas ocasiones por autoridades y organizaciones, la acumulación de basura, escombros, residuos domiciliarios e incluso aguas servidas persiste como un problema crítico.
A pesar de campañas de saneamiento, el río Mapocho acumuló más de 2.400 toneladas de basura solo en Pudahuel este año. El canal San Carlos, por su parte, presenta tramos críticos en comunas como Ñuñoa y Peñalolén, con residuos visibles y escasa fiscalización. La contaminación urbana del agua se mantiene como un reflejo directo del deficiente manejo de residuos, la falta de cultura ciudadana en torno al cuidado del entorno, y la ausencia de un control efectivo sostenido en el tiempo.
Patricia Pastén, jefa del Departamento de Medio Ambiente, Biodiversidad y Acción Climática del Gobierno Regional Metropolitano de Santiago, recalca que los casos de éxito se dan allí donde las comunidades están empoderadas y trabajan en conjunto con los municipios: “Hemos visto que, con pocos recursos, algunas comunidades logran mucho gracias a la motivación y al compromiso, mientras que otras, con más recursos, no priorizan el cuidado de estos espacios”.
La realidad es diversa. Mientras en algunos sectores se observan comunidades comprometidas y alianzas activas con las autoridades, en otros la relación es distante y el problema persiste sin prioridad en la agenda pública. Pastén destaca la necesidad de una triangulación efectiva entre comunidad, municipio y organizaciones: “Sin esa alianza, es muy difícil sostener en el tiempo cualquier avance logrado en la recuperación de los cauces urbanos”.
Tamara Ortega, directora ejecutiva de Fundación Basura, subraya que la recuperación de estos espacios sólo es sostenible si existe una articulación efectiva entre comunidad y municipio. “Las limpiezas pueden realizarse, pero si no hay un compromiso municipal para proveer infraestructura, ni una comunidad empoderada para mantener el espacio, el problema se repite al día siguiente”, afirma.
Las consecuencias ambientales y sanitarias que genera esta situación afectan especialmente a sectores vulnerables o cercanos a los cauces. En temporadas de lluvia, el riesgo de desbordes o colapsos del sistema de aguas lluvias se incrementa significativamente debido a la obstrucción provocada por los residuos, lo que impacta directamente en viviendas, parques y calles.
En esa línea, Ortega destaca que el 99% del éxito en la recuperación de un espacio depende del grado de involucramiento comunitario y de que exista un verdadero sentimiento de pertenencia: “Si no sentimos el barrio o el parque como propio, no lo cuidamos, y por eso es clave activar el tejido social para sostener las mejoras”.
Desde el ámbito ciudadano, vecinos y vecinas de sectores aledaños han denunciado de forma reiterada la acumulación de basura, malos olores, plagas y la falta de limpieza sistemática. En paralelo, fundaciones como Mapocho Vivo y Fundación Basura continúan impulsando campañas, jornadas de limpieza y proyectos de restauración para revertir el abandono de estos espacios.
La persistencia de la contaminación en los cauces urbanos de Santiago refleja una deuda ambiental estructural: sin coordinación entre ciudadanía, autoridades locales y organizaciones, cualquier avance será transitorio. El desafío no es solo limpiar, sino sostener en el tiempo una cultura de cuidado y corresponsabilidad sobre el espacio público.