Presupuesto cultural: la apuesta del gobierno por una reactivación multicultural
En los últimos años, la cultura en Chile ha hecho múltiples esfuerzos por recuperar raíces y destacar los valores nacionales históricos. Uno de los esfuerzos principales es hacerse nombre dentro de la cartelera presupuestaria nacional, un objetivo en el que ha encontrado resistencia desde distintos sectores
El Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio ha puesto sobre la mesa un tema que, durante años, se ha dejado en segundo plano: la inversión en cultura. Para el 2025, el presupuesto del Ministerio alcanzó los 481 mil millones de pesos, lo que representa un aumento en comparación con los 316 mil millones destinados en el año 2024. En términos absolutos, esto implica un crecimiento de 164 mil millones. Este incremento ha generado tanto entusiasmo dentro del sector como críticas desde sectores de la oposición. Para dimensionar la magnitud del presupuesto actual, basta decir que equivale al financiamiento de casi dos hospitales de alta complejidad.
El aumento presupuestario busca expandir iniciativas como los Fondos de Cultura, que, entre múltiples medidas, buscan también mejorar las condiciones laborales de los trabajadores del arte y fomentar la formalización del sector. La ministra Carolina Arredondo ha enfatizado que este esfuerzo apunta a romper con la precarización histórica que afecta a artistas, gestores y trabajadores culturales.
En esa misma línea, el sociólogo Tomás Peters subraya que, “la actividad cultural no solo genera un beneficio hacia los artistas en términos de alcanzar un ingreso que les permita sostener sus proyectos y también sus condiciones de vida, sino que también tiene una serie de beneficios social: mayor recaudación de impuestos, mayor nivel de inversión, el desarrollo de tecnologías, el desarrollo de la creación artística (…) todo eso contribuye a que se generen más festivales, más obras de teatro, más centros culturales y que en esa suma compleja se alcance una cadena de valor que debe situar a la cultura como un espacio estratégico para el desarrollo de una sociedad”
Además del debate presupuestario, hay una visión que sostiene que la inversión en cultura no debe entenderse como un gasto sin sentido, sino como una estrategia clave para el desarrollo sostenible. La cultura impulsa las economías creativas, estimula la innovación y mejora la calidad de vida de las personas. En contextos de crisis o polarización social, el acceso a experiencias culturales puede funcionar como un puente para el diálogo y la cohesión.
Esta medida también busca corregir la profunda desigualdad en el acceso a la cultura. En la misma línea, la directora de la Red de Salas de Teatro, Bárbara Negrón, sostiene: “Una de las cosas importantes de invertir en cultura es que está demostrado que el acceso a ella es totalmente desigual, entonces el Estado ahí lo que intenta es salvar la brecha existente entre las personas con mayor acceso económico y las con menor acceso económico, como lo hacen cualquier otra área. […] Porque es un sector económico valioso, que aporta a la economía, que tiene mucho potencial de crecimiento, que es un sector además que no es extractivista, que no causa un daño ecológico, vale la pena invertir en el. Y porque también es una dimensión del ser humano que ha estado presente siempre, desde que el hombre es hombre”.
Por otro lado, el vínculo entre cultura y educación aparece como un eje estratégico de largo plazo. Destaca la importancia de integrar la formación artística desde etapas escolares y no solo como complemento curricular, sino como una herramienta que potencia habilidades sociales, pensamiento crítico y creatividad. Invertir en cultura, por tanto, también puede ser visto como una inversión en capital humano.
Para el sociólogo Tomás Peters, más allá del valor económico o social, lo que está en juego es el carácter simbólico de una nación y su capacidad de imaginar y construir futuros posibles a través de la cultura: “La inversión en el ámbito cultural es clave en nuestra sociedad y cultura porque el Estado es una plataforma estratégica que resguarda no solo la diversidad cultural de una sociedad, sino que también permite el reforzamiento de la importancia que los símbolos que nosotros mismos producimos, me refiero a libros, a música, a teatro, a danza (…) Son expresiones culturales y artísticas que no solo piensan la sociedad, sino que también la interrogan”.
En un escenario marcado por tensiones políticas y disputas presupuestarias, la discusión en torno al financiamiento de la cultura obliga a repensar el modelo de desarrollo que Chile desea proyectar. Más allá del debate técnico, el verdadero desafío está en comprender que fortalecer el ecosistema cultural no es solo un acto de justicia sectorial, sino una decisión de país: una que define su identidad, su cohesión y su capacidad de transformación social a largo plazo.