Debate político y crítica social: lo que generan las reformas a la llamada “Constitución del 80”
La actual Constitución chilena ha sido foco de diversas críticas por parte de la sociedad y partidos izquierdistas. Escrita entre cuatro paredes en plena dictadura militar, la redacción del golpista Augusto Pinochet ha pasado por varias reformas a lo largo de los años, pasando incluso por dos procesos para eliminarla y escribir una nueva Carta Magna.
En este contexto, corría el año 2019 y el estallido social pedía a gritos una nueva Constitución, el entonces presidente Sebastián Piñera sugería una reforma constitucional, pero las calles no aceptaban la propuesta, por lo que llegado el 2020, la Convención Constitucional sería la encargada de redactar la nueva Carta Magna. Sin embargo, el escrito sería rechazado, para que luego, un Consejo Constitucional fuera el encargado de una segunda redacción, la que también sería rechazada más adelante, dejando así, vigente la Constitución de Pinochet.
La llamada “Constitución del 80”, sufrió modificaciones antes y después de estos fallidos procesos, lo que se cuestiona y critica debido a la falta de legitimidad que posee, además de no abarcar correctamente las desigualdades del país, para generar una sociedad más justa con el escrito. Además, la polarización política genera resistencia y dificulta aún más el proceso de deshacerse por completo de la herencia de la dictadura.
Tal cual lo expresó la diputada y firmante del manifiesto de la Asamblea Constituyente, Carmen Hertz, en el portal de la Escuela de Derecho de la Universidad Católica:
No debemos olvidar jamás que tiene un origen ilegítimo y espurio. La Constitución del ochenta ha sido llamada por alguien, la constitución del gatopardismo, ya que es una Constitución que se cambia, se cambia, se cambia y todo sigue igual.
Esto logra respaldar que las variadas reformas al texto constitucional sólo generan debate político dentro de los poderes del Estado, pero no logran comprender las necesidades reales de la ciudadanía y la desilusión que pudo haber quedado en esta luego de dos procesos constitucionales fallidos. Las expectativas generadas -que después fueron desechadas- con el llamado estallido social, solo quedaron en sueños y emociones sin cumplir, lo que afecta claramente en la percepción que se tiene hacia la política del país.
La competencia política entre izquierda y derecha y la falta de consensos entre partidos, no solo habla mal de los intereses reales de los políticos, que aparentemente se resumen en gobernar y en quien tiene más sesgo que el otro, sino que también ponen en juego la identidad y el futuro del país al excluir a la ciudadanía del proceso.
Finalmente, luego de tantos cambios y proyectos fallidos, el escrito entre cuatro paredes por la junta militar sigue siendo la que rige a las y los chilenos. Un tema serio, que debiese ser abordado con importancia y compromiso, para que la Carta Magna que nos rige a todos, cumpliera con todas aquellas necesidades reales de la ciudadanía y que buscara en un futuro un Chile digno y justo, para dejar de lado el legado de Augusto Pinochet y poder progresivamente salir de la desconfianza y frustración que se puede sentir hacia la Constitución y el mundo político.