Bafona y el triste reflejo de la precariedad cultural en Chile
Por: Nelson González, director Revista La Máquina
“Ella es la piedra de tope de todo esto”. ¿Otra más? ¿Otra acusación contra la gestión cultural de la actual administración ministerial? Ya basta. En serio.
Es un tanto redundante hablar sobre la precariedad artística en Chile. Ya parece un mal chiste para un país que se (auto) “destaca” por estar a la “vanguardia” en distintos ámbitos en Latinoamérica: uno de los países más seguros para invertir; Santiago, una de las mejores ciudades para gastar millones en lujos; una de las naciones con “menos corrupción” de la región. ¿Y el arte qué? ¿Se les olvidó a todos los gobiernos desde el regreso de la democracia?
El Ballet Folclórico Nacional (Bafona), una de las agrupaciones esenciales del rubro cultural de Chile, manifestó públicamente su molestia ante las constantes desafecciones y desentendidos del Ministerio de las Culturas en desmedro de un trabajo digno y decente para el cuerpo tanto de baile como musical. Tanto así que tuvieron que irse a paro por razones tan básicas para un artista como las dependencias y las remuneraciones, siendo ‘ejes críticos’ según los representantes del conjunto.
Asimismo, Bafona, como símil de otros grupos y gremios artísticos, exclamó un desapego absoluto de las gestiones tanto del ministro de las Culturas, Jaime de Aguirre, y la subsecretaria de las Culturas, Andrea Gutiérrez, para resolver estas indignantes condiciones, pero, tal dicen, no hay mayores avances. ¿Novedad? Para nada.
Con sólo dar un ejemplo puntual: Bafona ensaya en una sala instalada en el estacionamiento del piso -2 en la sede del Ministerio de Educación (ubicado en Fray Camilo Henríquez 262), el que es calificado de “insalubre” por parte del elenco. ¿Mal chiste? Nuevamente, sí.
Sin embargo, sin ánimos de blindar a la actual gestión ministerial en absoluto, este contexto de precariedad se arrastra desde hace varios años. Algo que se ha denota con situaciones tan claves como: no tener un sitio óptimo para ensayos; malos tratos e ignorancia de funcionarios tanto públicos como privados para permitir ejercer el arte; el escasísimo apoyo económico para representar a Chile a nivel nacional e internacional, entre muchas otras.
¿De quién es la culpa? Sinceramente, de nadie en particular. No obstante, de algo que sí se puede estar seguro, es que el casi inalcanzable 1% del Presupuesto de la nación para la cultura es una necesidad imperiosa para recién iniciar una reconstrucción del ejercicio artístico en Chile.